PALABRAS
LA VERDAD DE LAS SOMBRAS
Con una sólida formación escultórica y amplia experiencia en la escultura pública y monumental, la obra de Lukas Ulmi (artista suizo afincado en Valencia-España desde 1995) se ha ido desmaterializando al tiempo que ha ido adoptando una escala mucho más íntima, próxima, poética.
Así conceptos como masa y gravedad han dado pie a la línea y la ingravidez en unas piezas reducidads a mínimas varillas metálicas soldadas en sus extremos y cuyas formas giran literal y metafóricamente en torno al cubo, materialización geométrica por antonomasia del hexaedro.
El espectador se enfrenta a formas que parecen no ertenecer a ningún orden estricto. Líneas apenas visibles y entrecruzadas con las sombras arrojadas que proyectan sobre las paredes o el suelo, toda una invitación para darle vueltas con la mirada y la mente interrogativa.
Ulmi parece haber hecho profundamente suyo el potencial que encierran las sombras evanescentes, cuya existencia está fundamentalmente ligada a la luz. Poder de la evocación capaz de activar en el espectador sensaciones y emociones que sin embargo la presencia paraliza.
Ilusiones que se desvanecen de nuevo en ese baile de sombras en el que no paramos de movernos. Inevitable referencia a esa caverna platónica en la que resuenan actualizados, el eco de palabras como ligereza, ensoñación, cadencia y nombres como Alexander Calder o Fausto Melotti. Referencias que asoman entre los pliegues adormecidos de nuestra memoria y se entrecruzan con un verso de Rubén Darío que viene como anillo al dedo para resumir esa brisa poética que se desliza suavemente entre las líneas y sombras de estas delicadas obras: bajo el ala aleve del leve abanico.
Juan Bautista Peiró / Crítico de arte y profesor de BBAA
LABERINTOS VISUALES
Romper con el antiguo entendimiento de la escultura como una forma de expresión encerrada en si misma, concibiendo la necesidad de circunscribir su potencial expresivo a unas pocas y axiomáticas categorías formales, en una búsqueda o retorno a la estructura primaria, describe el itinerario iniciático con que nos acerca Lukas Ulmi a sobra. Sin embargo al escultor le contemplan años de creación que interpretan los interrogantes del universo, dibujando el espacio mediante hermosas levedades espaciales de objetos encontrados. Resto de vida engarzados en sutiles móviles con los que nos mostraba una particular arqueología del lenguaje; ramas, piedras, esqueletos de la naturaleza de los que ahora el artista, en cierto modo se desprende.
Su capacidad para dialogar con el vacío trazando formas geométricas e infinitas en universos hipotéticos… Arquitecturas móviles que despliegan espacios infinitos en su interior a través de coetáneos cubos, engarzados con imanes. Una suerte de construcciones cercanas al Minimal Art con las que concebir los sencillos determinantes espaciales, como decía Robert Morris: simplicidad de formas no quiere decir necesariamente simplicidad de vivencia artística…”
Ulmi da una vuelta de tuerca a la modernidad circundando aquel arte cinético de mediados de siglo XX dentro de un particularísimo postminimalismo volátil.
Sus obras albergan un insólito y misterioso movimiento intrínsecas al concepto kantiano de belleza que resume los elementos en las formas simples, lidiando con el aire. Sorprendentes esculturas que debaten ilusiones ópticas mediante delicados dobleces y estructuras simples conforman el trabajo. Trazos de alambre asumidos como una cosmogonía, símbolo de los univeros temporales, tan presentes a lo largo de su trayectoria.
Amante del movimiento y la simplicidad estética, Ulmi domina la escultura como un auténtico fabulador que quiere acercarse a los misterios de la creación, sin dogmas ni aspavientos. Lugares paradójicos, fija simbólicamente un movimiento del exterior hacia el interior, de la forma a la contemplación, de la multiplicidad a la unidad, del espacio a la ausencia de espacio, del tiempo a la ausencia del tiempo. Representa también el movimiento contrario: de dentro hacia afuera, sugiriendo una progresión simbólica hacia el infinito en todos los aspectos del proceso artístico. Representación escultórica en que el todo se nos muestra pero nunca se nos da.
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Encontraríamos que en este caso, el laberinto simbolizaría el proceso transformador de la experiencia artística donde el hombre constantemente se enfrenta al vacío, pero también a la creación. Concepciones de universos infinitos en la levedad interior de los cubos que el escultor extiende a través de la simplicidad formal en el horizonte. Un mismo símbolo que puede servir para evocar las realidades invisibles: el destino humano o como en el cuento, la voluntad inescrutable de Dios, el misterio de la obra de arte.